Spanish + Canadian = Spanadian

Spanish + Canadian = Spanadian
Los inviernos canadienses son mundialmente conocidos por la nieve que cubre el suelo durante casi medio año

jueves, 26 de noviembre de 2015

Hasta siempre

Tenía pensado escribir sobre todo lo que pasó la semana pasada, que no fue poco. Pero no puedo quitarme algo de la cabeza. Más importante que el Internacional Hello Day, que haya echo yo sola una tortilla y no solo no haya matado a nadie, sino que gustó a todo el mundo. Más importante que todas las anécdotas que no creo que me acuerde se contar a nadie, hay un sentimiento que me corcome por dentro. 

Nunca. Odio esa palabra. Que nadie me venga con frases motivadoras del tipo "Nunca digas nunca", porque realmente nunca voy a ir a Colombia o a la República Checa o a Bélgica, y aunque vaya, y aunque vuelva a ver a Michal, a Xanne y a los colombianos, sería imposible juntar a todos los internacionales y canadienses de nuevo. Nunca volverá a ser lo mismo.

No sé qué me duele más, haberme despedido de Andrés y Xanne o no haberme despedido de los demás. Odio las despedidas y la palabra "adiós" casi tanto como "nunca". En cierto modo, significan lo mismo.

Xanne fue una de las primeras personas que conocí en Canadá. Recuerdo aquel primer día de clase en que dijo que solo iba a quedarse tres meses. "Solo", pensé. "Tres meses son mucho tiempo". Como tantas otras veces, me equivocaba.

Andrés estaba en mi clase de arte, y aunque tardé como un mes en darme cuenta de que era colombiano, y por lo tanto hablaba español, fue un placer conocerle. Probablemente lo que recuerde en unos meses tan solo sea la ridícula conversación que tuvimos hoy a última hora en la clase de arte, Juan, Andrés y yo. Al igual que a Xanne, a Andrés pude decirle adiós.

El nombre de Michal jamás lo sabré pronunciar bien, lo siento. Me pasé el primer mes sin saber su nombre, el segundo pronunciándolo como "Maikel" y el tercero aprendiendo a decirlo bien, en vano. La verdad, no sé qué va a hacer Luca en clase de matemáticas sin él, supongo que morirse de aburrimiento. O yo sin el chocolate checo, que el chocolate suizo sabe a marca Hacendado después de probar el checo.

Creo que no hay ningún otro europeo que se vaya, y si lo hay, me enfado porque no me lo haya dicho. Del resto de los colombianos no sé qué decir; no tuve oportunidad de conocerlos demasiado. Buen viaje, supongo.

Mañana será el último día que vayan al instituto, y supongo que será un día de abrazos y lágrimas. Una parte de mí querría ir a despedirse otra vez; la otra sabe que así es mejor. No estoy en Bridgewater, sino en Halifax, sola en una habitación de hotel. La china que, se suponía, compartía habitación conmigo, se fue con sus dos amigas chinas. Estamos aquí para un tour por las universidades más importantes de Nova Scotia, y tuve la suerte de ser una de las cuatro personas escogidas de mi distrito escolar. La única, por cierto, no asiática y sin planes de quedarse aquí a graduarse y a la universidad.

Debería irme a dormir; mañana madrugo. Probablemente ninguno de los internacionales que se van lea esto, pero me gustaría que supieran que voy al echarlos de menos. Buen viaje, y que sepáis que ninguno de nosotros va a olvidaros. Hasta siempre.

domingo, 15 de noviembre de 2015

Una semana, mil recuerdos

Salut.
Hago una breve reverencia con la cabeza, acompañado por un pequeño movimiento de espada, siguiendo las normas del reglamento.
En garde. 
Me pongo la máscara, que a duras penas doy abrochado sin enganchar el velcro en el pelo. Soy diestra, pero mi mano derecha sostiene la espada, y la izquierda es bastante imprecisa. Respiro hondo y asiento con la cabeza.
Allez.
Empiezo a avanzar, cauta pero decidida. Nunca ataco primero, prefiero esperar pacientemente una oportunidad. Estudiar al rival es la clave de la victoria, aunque a veces cueste contenerse. Debo olvidar que la persona que tengo delante, oculta tras una máscara como la mía, es Luca, mi amiga. Ahora mismo es un oponente cualquiera, con una espada en la mano, y tantas ganas de vencer como yo. Ahora mismo, es una amenaza.
Luca ataca primero, pero interpongo mi espada a tiempo, iniciando un contraataque que ella bloquea. Las dos retrocedemos, analizándonos inconscientemente. Ella avanza de nuevo, perdiendo la paciencia. Es algo que he ido aprendiendo a lo largo del curso sobre Luca. Puede ser tímida, inteligente y rápida, pero lo que no le sobra es paciencia. Yo la estaba esperando, algo de lo que probablemente se da cuenta cuando ya es demasiado tarde. Golpeo su espada y, en el mismo movimiento, lanzo una estocada que da en el centro de su torso. Suena un pitido y al mirar a mi derecha compruebo como la luz roja se ilumina de mi lado. Primer punto. No tengo ni de lejos asegurada la victoria. Son cinco puntos para ganar, el juego continúa.
Combatiendo contra las mismas personas semana tras semana, aprendes tanto de tu estilo como del suyo. A veces te metes tanto en el papel, que al lograr un punto tú o tu adversario, el pitido casi te asusta, te saca de golpe del estupor. Con el paso del tiempo aprendes que lo que hace que venzas en la esgrima es más que nada experiencia. Cada persona tiene su estilo pero al fin y al cabo todos se parecen, son clasificables, a veces hasta predecibles. Solo llevo dos meses con este deporte y ya se ha convertido en mi favorito. Lo siento por el atletismo, lo siento por el piragüismo, pero esto es único. Quizá sea solo la novedad, y en unos meses se vuelva aburrido. O puede que llegue a gustarme más todavía. Creo que es una de las pocas cosas que me gustan del futuro: está lejos, invisible, indefinido, y puedes soñar con la forma que tendrá por muy poco que se parezca a lo que algún día sea.
Me las arreglo para conseguir el segundo punto de la partida. Voy ganando 2-0. No me confío, si algo sé de la estrategia de Luca es que se le dan muy bien las remontadas. Punto a punto, llegamos a un 4-4. Quien consiga el siguiente punto, gana. No tengo miedo, sé lo que tengo que hacer. Si lo consigo, habré ganado, si fracaso, aprenderé de mi error. De algún modo, consigo ese último punto. Cuando la punta engomada de mi espada choca contra la chaqueta de Luca, ella se queda paralizada, como si no se esperara mi ataque, y probablemente fuera así. He ganado.
Mi siguiente rival es profesora en Grado 6 en el colegio de primaria de Bridgewater. El año pasado les dio clase a Max y a Sophia. Es rápida, pero no tiene muy buena puntería. A pesar de sus certeros ataques, muchas veces falla en la defensa. Solo tengo que aguantar la presión de su insistencia hasta que deje su cuerpo lo bastante desprotegido para atacar. El resultado: 5-4. Vuelvo a ganar.
La última persona a la que me enfrento tiene un año menos que yo y viene a mi instituto. Es tímida tanto en persona como en la esgrima. Le cuesta atacar, y no se le da demasiado bien defenderse, aunque en las últimas semanas ha mejorado mucho. Sin embargo, de poco le sirve, pues vuelvo a ganar, esta vez 5-2.
Cuentan los puntos, y parce ser que... he ganado. Aunque no nos enfrentamos todas contra todas, soy la única que no ha tenido ni una sola derrota. La medalla tiene hojas de arce rojas, como las de la bandera de Canadá, a lo largo de la cinta. En la parte se atrás de la placa, dice "Women's open foil". Uno de los monitores, el más mayor, dice que lleva cuarenta años practicando esgrima y nunca ha ganado una medalla. "Y tú, en dos meses, ya has ganado una. ¿Cómo lo haces?". Me encojo de hombros y respondo: "Suerte, supongo".

El día siguiente, el miércoles, era Rememberance Day. Es un día en que recuerdan a todos los soldados canadienses que murieron en las guerras mundiales y que siguen muriendo hoy en día en otras guerras. Hubo un desfile, y juro que nunca antes había visto tantas banderas de un mismo país juntas. Dijeron los nombres de todos los soldados procedentes de Bridgewater que han muerto defendiendo su país. Les llevó mucho tiempo decirlos todos, y a veces eran dos seguidos con el mismo apellido, lo que hace pensar, acertadamente, que eran hermanos. A pesar del frío, al evento acudieron más de 3.000 personas. Bridgewater no tiene más de 8.000 o 9.000 habitantes. 
Por la tarde, fui a nadar con unas amigas al LCLC (Lunenburg County Lifestyle Center), donde están las piscinas, el rink de hockey y patinaje y la biblioteca. Por algún motivo relacionado con el hockey, se canceló el patinaje durante todo el fin de semana. Esta semana ha sido la primera en que no he ido a patinar.

El jueves fuimos al cine a ver The Martian y a cenar fuera. Creo que nunca antes había pasado una tarde entera con mis amigos en mitad de la semana cuando al día siguiente hay clase. Cenando, jugamos a un juego que consiste en decir dos verdades y una mentira sobre ti, y el resto de la gente tiene que adivinar cuál es mentira. Aprendes muchas cosas sobre los demás y descubres cuánto saben ellos de ti. 

La semana que viene nos dan las primeras notas del curso: el informe de mitad del semestre. No creo que esté nada mal, pero tampoco tan bien como me gustaría. No me preocupa, todavía tengo medio semestre para mejorar.



"Is there life after death?" the child asked me that night.
I shrugged my shoulders and answered:
"Is there life before death?"
     Unlucky good people, my English essay

-¿Hay vida después de la muerte? -me preguntó el niño aquella noche.
Me encogí de hombros y contesté:
-¿Hay vida antes de la muerte?
     Unlucky good people, mi redacción de inglés

lunes, 9 de noviembre de 2015

Nunca soltaré el lápiz

He perdido la inspiración, ya no tengo ganas de escribir. No es que no haya pasado nada interesante, al contrario, vaya si pasaron cosas que contar. Pero no siento esa necesidad que me solía acompañar cada momento, ese proceso automático de mi cerebro en que convierte cada vivencia en un relato. Quizá es por la velocidad con la que avanzan los acontecimientos, o puede que sea porque intento pensar en inglés, y a estas alturas, no puedo pretender volverme Shakespeare. Tampoco leo mucho últimamente. Para pensar en inglés, debo leer en inglés, y mi limitado vocabulario me obliga a hacerme preguntas sobre el significado de las palabras continuamente. Pero no puedo dejar de leer, ni de escribir, aunque no me apetezca. Sería cambiar demasiado, y esa es una de las cosas que me gustan de mí, que no cambiaría por nada del mundo.
Halloween llegó y pasó, al igual que el mes de octubre. Una semana después de la fiesta de internacionales, tuve un baile en el instituto, y el día de Halloween fui de Trick or Treat por el barrio con Sophia. En tanto festejo, estoy dejando de contar muchas cosas. Como que la noche del baile tuve mi primer sueño en inglés. O que el lunes después de Halloween llegó un paquete por correo con el que no contábamos procedente de Lugo, lleno de turrón, castañas, higos, polvorones... Sí, tengo la buena comida navideña de España en Canadá, ¿qué más puedo pedir? Aún no lo hemos empezado, ni lo vamos a empezar hasta Adviento, más que nada porque nos quedan mogollón de golosinas de Halloween. Ah, Halloween, esa fiesta tan consumista en la que con dieciséis años llenas un saco de golosinas, y eso que solo estuve de Trick or Treat media hora. Con que seas un poco más joven, tienes dulces para todo el año.
Los viernes, en el instituto, ponen un himno internacional. El primer viernes que hicieron eso, pusieron el de Colombia, por los internacionales colombianos que se quedan dos meses y acababan de llegar, una especie de bienvenida. El segundo viernes, pusieron el de Bélgica. El tercer viernes, supuse que sería uno de Asia, el continente que faltaba, y acerté: Japón. Antes de ayer tocó España. Cuando escuché que tocaba mi país, no pude evitar alegrarme. Es irónico que nunca hubiera escuchado el himno español en mi colegio y ahora lo fuera a escuchar en Canadá. Sonriente, esperé por ese himno que solo escucho en partidos de fútbol... y algo extraño empezó a sonar. Era nuestro himno, pero no era nuestro himno; iba como más deprisa. Y de repente, empezó a sonar letra. Me quedé de piedra. ¿El himno español con letra? ¿Desde cuándo? Debía de tener una expresión claramente desconcertada, porque el profesor de biología, cuando acabó, me preguntó "¿No es ese el himno de España?". A lo que contesté: "Sí, pero no. La música sí, la letra no". Traté de explicar como pude y con mis escasos conocimientos la diferencia, y creo que lo entendió bastante bien. Mi profesor de biología no está entre los que se equivocan de continente al situar España.
A un colombiano que nunca me había dirigido la palabra se le ocurrió comentar que nuestro himno estaba muy bien, y se quedó de piedra cuando le expliqué el error que habían cometido. No fue el único que metió la pata; un montón de gente que no creía que supieran que soy española, comentaron algo sobre el himno. Cuando me harté de explicar la diferencia, decidí limitarme a dar las gracias por un halago al himno equivocado. 
La película de La vida de Pi empieza con la presentación del protagonista: Piscine Patel, un niño de la India. Sus compañeros de clase se burlan de él llamándole Pis, y él consigue ganarse el nombre de Pi aprendiéndose de memoria todos los dígitos del número Pi (3,14159...). De adolescente, emigra con sus padres a Canadá, y aunque el barco naufragia él sobrevive. 
El otro día, faltó la profesora de matemáticas, y vino un sustituto llamado Mr. Patel. Tenía aspecto de ser hindú, y me hubiera hecho gracia preguntarle si por casualidad se llamaba Piscine y se sabía todos los dígitos del número Pi. Obviamente, no le dije nada.
El plazo para el concurso de relatos cortos Trapero Pardo se cierra dentro de pocos días. Impotente, supe de su apertura y cuento uno a uno los días que quedan para su cierre. Y ni aun habiendo ganado el año pasado puedo participar este año. Tendría que estar matriculada en un colegio gallego, es el único requisito que me falta.
Una de las cosas que dejé a medias en España fue el libro de Cometas en el cielo. Mi clase de inglés está llena de libros, muchos de ellos los he leído o quiero leerlos. El otro día, me quedé mirando fijamente uno; lo conocía, pero no estaba segura. The kite runner. Podría ser... pero no, era tan poco probable... Lo cogí y comprobé, sorprendida, que el autor era Khaled Hosseini. ¡Era Cometas en el cielo en idioma original! Al verme con el libro entre las manos, la profesora de inglés me dijo que podía llevármelo, con tal de que al terminarlo me acordara de devolverlo. Le di las gracias y lo guardé en la mochila.
Anoche soñé que volvía a España por Navidad, en vez de quedarme el año entero. El viaje en avión era confuso y con la diferencia horaria apenas dormía. Al llegar a España, me daba cuenta de repente del curso de esgrima que había dejado a medias, del examen de biología para el que había estudiado en vano, de que no había dicho adiós a mis amigos. Me acordaba de repente de que no quería dejar todo esto atrás porque lo había dejado todo a medias y, a diferencia de España, nunca volvería. Recordaba los gueckos de Max, Sophia y su inseparable cámara de fotos, el libro de The kite runner que jamás leería en idioma original. Me acordaba de nombres propios, pero lo único que pude decir fue "Todavía no he visto la famosa nieve de Canadá". Cuando el despertador sonó a las ocho y media de la mañana, me acordé de que tenía que estudiar, y me alegré de estar en Canadá para hacer ese examen de biología.